Habiéndose puesto Pompeyo en marcha después de la batalla para la Hircania y el Mar Caspio, tuvo que retroceder, por la muchedumbre de ciertas serpientes venenosas y mortíferas, cuando no le faltaban más que tres días de camino. Retiróse, pues, a la Armenia menor, y a los reyes de los Elimeos y los Medos, que le enviaron embajadores, les contestó amistosamente; pero contra el de los Partos, que invadió la Gordiena y empezó a molestar a los súbditos de Tigranes, envió tropas con Afranio, que le rechazó y persiguió hasta la Arbelítide. Trajeron ante él a muchas de las concubinas de Mitridates; pero no tocó a ninguna, sino que todas las hizo entregar a sus padres o deudos; porque en gran parte eran hijas o mujeres de generales o sujetos poderosos. Estratonica, que fue la que gozaba de mayor dignidad y se mantenía en un alcázar magnífico, era hija, a lo que parece, de un cantor anciano, de pobre suerte en todo lo demás; pero de tal manera se apoderó del corazón de Mitridates habiendo cantado en un festín, que se la llevó para reposar con ella; mas el viejo salió de allí de muy mal humor, porque ni siquiera le había dirigido una palabra afable y benigna. Éste, a la mañana, cuando al despertarse vio en su habitación aparadores con vajilla de oro y plata, gran número de sirvientes, eunucos y jóvenes que le presentaban vestidos de los más ricos, y a la puerta un caballo con preciosos aireos, como los de los amigos del rey, creyendo que todo aquello fuese juego y burlería intentó marcharse de la casa; pero deteniéndole los criados y diciéndole que el rey le hacía el presente de la casa de un hombre rico que acababa de morir, y que todo aquello no era más que primicias y bosquejos de mayores bienes y riquezas, creyólo entonces, aunque todavía con dificultad, y tomando la púrpura, y montando a caballo, dio a correr por la ciudad gritando: “Todo esto es mío”, y a los que se burlaban decía que no era aquello de extrañar, sino el que, loco de contento, no tirase piedras a cuantos encontrara. De tal sangre y linaje era Estratonica, la cual hizo donación a Pompeyo de aquel terreno y le presentó muchos regalos; pero él, no tomando más que aquellos que creyó podían servir de adorno en los templos, o para dar realce a su triunfo, los demás los dejó a Estratonica para que los disfrutase contenta. De la misma manera, habiéndole presentado el rey de los Iberes un lecho, una mesa y un trono, todos de oro, haciéndole instancias para que los tomase, lo que hizo fue entregarlos a los cuestores para el tesoro público.