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Tomando de aquí ocasión, los amigos de César solicitaban que también éste sacara algún partido después de tan continuados combates por el acrecentamiento de la república. Porque, o bien era acreedor al segundo consulado, o bien a que se le prorrogase el tiempo del mando, para que no fuera otro y le arrebatara la gloria de sus afanes, sino que la autoridad y el honor fuesen de quien los había merecido con sus sudores. Habiéndose reunido a tratar de este asunto, Pompeyo, como para desvanecer por afecto la envidia que podría suscitarse contra César, dijo haber recibido cartas de éste en las que mostraba desear que se le diese sucesor y se le relevase del mando, pero que no habría inconveniente en que se le admitiese a pedir en ausencia el consulado. Opúsose a esto Catón, diciendo que después de reducido César a la clase de particular, y de haber depuesto las armas, verían los ciudadanos qué era lo que correspondía, y como Pompeyo, en lugar de insistir, se hubiese dado por vencido, fue mayor la sospecha que hizo concebir a muchos de sus disposiciones respecto a César. Reclamó además, de éste, las tropas que le había concedido, bajo pretexto de la Guerra Pártica, y él, no obstante saber la mira con que se pedían aquellos soldados, se los envió, después de haberlos regalado con largueza.

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