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Celebróse Senado; y como, siendo Catón quien abrió dictamen, se decretase que no debía quitarse la vida a ningún romano sino en formal combate, ni saquearse ciudad alguna que se conservase obediente a los Romanos, ganó con esto mayor aprecio el partido de Pompeyo, pues aun aquellos a quienes no alcanzaba la guerra, o por vivir distantes o por preservarlos de ella su oscuridad y pobreza, ayudaban a lo menos con la voluntad y en sus conversaciones se ponían de parte de lo justo, creyendo que era enemigo de los dioses y los hombres el que no sintiera placer en que venciese Pompeyo. Sin embargo, también César se acreditó de benigno en medio de la victoria, pues habiendo tomado y vencido las fuerzas de Pompeyo en España, no hizo más que descartarse de los caudillos y valerse de los soldados; y habiendo vuelto a pasar los Alpes, corrió la Italia, llegó a Brindis en el solsticio del invierno, pasó el mar y se dirigió a Órico, desde donde, teniendo cautivo a Jovio, amigo de Pompeyo, le mandó con embajada a éste para excitarle a que, reuniéndose ambos en un día determinado, disolviesen todos los ejércitos y, hechos amigos con juramento solemne, volviesen a la Italia. Tuvo este paso Pompeyo por nueva asechanza, y, bajando con prontitud hacia el mar, ocupó terrenos y sitios que sirvieran de firme apoyo a su infantería, y puertos y desembarcaderos cómodos para los que arribasen por el mar; de manera que todo viento era próspero a Pompeyo para que le llegaran víveres, tropas y caudales. César, que no había podido ocupar sino lugares desventajosos, tanto por tierra como por mar, solicitaba los combates, acometía a las fortificaciones y provocaba a los enemigos por todas partes, llevando por lo común lo mejor, alcanzando ventajas en estos encuentros, y sólo en una ocasión estuvo para ser derrotado y para perder el ejército, pues en ella peleó Pompeyo con gran valor, hasta haberlos rechazado a todos, con muerte de unos dos mil; y no los forzó, entrando con los Cesarianos en el campamento, o porque no pudo, o, mejor, porque le detuvo el miedo. Así es que se refiere haber dicho César a sus amigos: “Hoy la victoria era de los enemigos, si hubieran tenido vencedor.”

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