Dícese que éstas fueron las voces en que prorrumpió Cornelia, y que Pompeyo le respondió de esta manera: “Tú ¡oh Cornelia! No has conocido más que la buena fortuna, la que quizá te ha engañado por haber permanecido conmigo más tiempo que el que tiene de costumbre; pero es menester llevar esta suerte, pues que a todo está sujeta la condición humana, y probar otra vez fortuna, no debiendo desesperar de recobrar lo pasado el que de aquella altura ha descendido a esta bajeza”. Sacó Cornelia de la ciudad los intereses y la familia, y habiendo salido los Mitileneos a saludar a Pompeyo, rogándole que entrase en la población, no se prestó a ello, sino que les previno que obedeciesen al vencedor, confiando en él, porque César era benigno y de buena condición. Volviéndose después al filósofo Cratipo, que había bajado a verle, le dirigió algunas expresiones, con que reprendía la Providencia, a las que cedió Cratipo, procurando llamarle a mejores esperanzas por no hacerse molesto e impertinente si entonces le contradecía. Porque se hubiera seguido preguntarle Pompeyo sobre la Providencia y tener él que contestarle que las cosas habían llegado a punto de ser absolutamente necesario que uno solo mandase en el Estado a causa del mal gobierno, repreguntándole luego: “¿Cómo o con qué pruebas se nos haría ver que tú ¡oh Pompeyo! usarías mejor de la fortuna si hubieras sido el vencedor?” Pero conviene dar de mano a estas cosas y a todo lo que toca a los dioses.