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Llegado a España, desplegó al punto una grande actividad; agregó en pocos días diez cohortes a las veinte que ya tenía, y, moviendo contra los Gallegos y Lusitanos los venció, llegando por aquella parte hasta el mar exterior, después de haber sujetado a naciones que todavía no estaban bajo la dominación romana. Terminadas tan felizmente las cosas de la guerra, no administró con menor inteligencia las de la paz, reduciendo a concordia las ciudades, y sobre todo allanando las diferencias entre deudores y acreedores: porque ordenó que de las rentas de los deudores percibiese el acreedor dos terceras partes, y de la otra dispusiese el dueño hasta estar satisfecho el préstamo. Habiendo adquirido con su gobierno un gran concepto, dejó la provincia, hecho ya rico él mismo y habiendo contribuido a mejorar la suerte de sus soldados, por quienes fue saludado Emperador.

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