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Con todo, los más de los que pudieron salvarse se refugiaron con el rey en la ciudad de Alesia. Púsole sitio César, y cuando parecía inexpugnable, por la altura de sus murallas y la muchedumbre de los que la defendían, sobrevino de la parte de afuera un peligro superior a todo encarecimiento: porque de las gentes más poderosas en armas de la Galia que se hallaban congregadas vinieron sobre Alesia trescientos mil hombres, y los combatientes que había dentro de ella no bajaban de ciento setenta mil: de manera que, sorprendida, y sitiado César en medio de tan peligrosa guerra, se vio en la precisión de correr dos trincheras: una contra la ciudad y otra al frente de la muchedumbre que había llegado, pues si ambas fuerzas se juntaban todo debía tenerse por perdido. Así, por muchas razones fue justamente celebrada esta guerra de Alesia, habiéndose verificado en ella hechos de valor y pericia como en ninguna otra; pero principalmente debe ser mirado con admiración el que pudiese conseguir César que en la ciudad no se tuviese noticia de que afuera combatía y estaba en acción con tantos millares de enemigos, y mucho más todavía que no lo supiesen tampoco los Romanos que defendían la otra trinchera. Porque nada entendieron de la victoria hasta que oyeron los lamentos de los hombres y el llanto de las mujeres de Alesia, que veían de la otra parte muchos escudos adornados con plata y oro, muchas corazas salpicadas de sangre y, además, tazas y tiendas de los Galos trasladadas por los Romanos a su campamento: ¡con tanta presteza se borró y pasó toda aquella fuerza como una ilusión o un sueño, habiendo perecido la mayor parte en la batalla! Los que custodiaban a Alesia, después de haber padecido mucho y de haber dado bien en qué entender a César, al fin se rindieron. El general en jefe, Vercingétorix, tomó las armas más hermosas que tenía, enjaezó ricamente su caballo, y saliendo en él por las puertas dio una vuelta alrededor de César, que se hallaba sentado, apeóse después, y arrojando al suelo la armadura se sentó a los pies de César y se mantuvo inmóvil hasta que se le mandó llevar y poner en custodia para el triunfo.

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