31

Vinieron en esto cartas de César que le acreditaban de moderado, pues pedía que, dejando todo lo demás de sus antiguas provincias, se le diera la Galia Cisalpina y el Ilírico con dos legiones, hasta pedir el segundo consulado; Cicerón el orador, que ya había vuelto de la Cilicia y andaba en transacciones, ablandé a Pompeyo, hasta el punto de convenir en todo lo demás, excepto en el artículo de los soldados; y el mismo Cicerón alcanzó de los amigos de César que cediesen hasta responder que aquel se contentaría con las provincias expresadas y con sólo seis mil soldados. Aun a esto se dobló y accedió Pompeyo; pero Léntulo, usando de su autoridad de cónsul, no lo permitió sino que llenando de improperios a Antonio y a Casio los expulsó ignominiosamente del Senado, proporcionando a César el más plausible pretexto que pudiera desear, y del que se valió principalmente para inflamar a los soldados, poniéndoles a la vista que varones tan principales y adornados de mando habían tenido que huir en carros alquilados, bajo el disfraz de esclavos; porque, realmente, así era como por miedo habían salido de Roma.

Share on Twitter Share on Facebook