Luego que volvió del África a Roma, lo primero que hizo fue dar grande importancia ante el pueblo al hecho de haber sojuzgado una región tan extensa, que contribuía cada año en beneficio del público con doscientas mil fanegas o medimnos áticos de trigo y ciento veinte mil arrobas de aceite. Después celebró sus triunfos, el Egipciaco, el Póntico y el Africano, concedido, no por Escipión, sino por el rey Juba. Entonces Juba, el hijo de éste, fue llevado en triunfo, siendo todavía niño, y consecuencia de esto le cupo la más feliz cautividad; pues que habiendo salido de entre los Númidas bárbaros, llegó a ser contado entre los más instruidos de los historiadores griegos. Enseguida de los triunfos hizo grandes donativos a los soldados, y captó la benevolencia del pueblo con banquetes y espectáculos, dando de comer a todos en veintidós mil mesas; y por lo que hace a espectáculos, los dio de gladiadores y de combates navales en honor de su hija Julia, que había muerto mucho antes. Después de los espectáculos se hizo el censo o recuento de los ciudadanos, y en lugar de los trescientos veinte mil de los censos anteriores, sólo resultaron entre todos ciento cincuenta mil: ¡tan grandes males trajo la sedición y tanta parte destruyó del pueblo!, sin que pongamos en cuenta las calamidades que afligieron al resto de la Italia y a las provincias.