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Cuando se presentaron los enemigos, dio a sus tropas orden de que permanecieran inmóviles sobre las armas hasta que hubiese sacrificado; y fue largo el tiempo que se detuvo, o porque las señales no fuesen faustas o porque quisiese atraer más cerca a los enemigos. Por esta razón, recelando por entonces Plutarco cobardía y meditada tardanza, acometió con solos los estipendiarlos, lo que, visto por la caballería, ya no aguantó más tiempo, sino que se dirigió al momento contra los enemigos, saliendo desordenada y desunida del campamento. Vencidos los primeros, se desbandaron todos y Plutarco huyó. Acometieron entonces al valladar algunos de los enemigos, y trataron de romperlo y abrirse paso, teniéndolo todo por sojuzgado. En esto, concluido ya el sacrificio, cargaron los Atenienses, y rechazaron al punto a los del campamento, destrozando a la mayor parte de ellos mientras se entregaban a la fuga alrededor de las trincheras. Foción dispuso que el grueso de sus tropas se parase, y estuviera con atención para esperar y recoger a los que al principio se habían dispersado en la fuga, y él, con los más escogidos, arremetió a los enemigos. Trabóse una reñida batalla, en la que todos pelearon valerosamente y a todo trance; pero Talo, hijo de Cineas, y Glauco, hijo de Polimedes, que estaban al lado del general, todavía sobresalieron; y no sólo éstos, sino que Cleófanes contrajo también un mérito muy singular en esta batalla: porque haciendo volver de su huída a los de a caballo, y gritándoles y clamándoles que corrieran en auxilio del general que estaba en riesgo consiguió que con su vuelta fuese más cierto el triunfo de la infantería. De resultas de esta acción arrojó a Plutarco de Eretria, y tomó a Zaretra, castillo de grande importancia, por estar situado en el punto donde la llanura termina en una estrecha faja, quedando allí la isla muy estrechada por el mar de una y otra banda. No permitió a los soldados que hiciesen cautivos a los Griegos rendidos, por temor de que los oradores de Atenas violentaran al pueblo a tomar contra ellos, por encono, alguna injusta determinación.

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