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Regresado Foción después de estos sucesos, muy presto echaron menos los aliados su honradez y su justificación, y muy presto conocieron también los Atenienses su inteligencia y el grande influjo que le daban sus virtudes; porque Meloso, que fue el que después de él se encargó de los negocios, hizo tan infelizmente la guerra, que cayó vivo en poder de los enemigos. Tenía ya Filipo en aquella época concebidas grandes esperanzas en su ánimo, y habiendo pasado al Helesponto con todo su ejército, daba por supuesto tener ya en la mano al Quersoneso, a Perinto y a Bizancio. Propusiéronse los Atenienses darles auxilio, y habiendo trabajado los oradores por que Cares fuera nombrado general, enviado éste con el mando, no solamente no hizo nada que correspondiese a las fuerzas que se le dieron, sino que las ciudades no quisieron admitir la escuadra; y haciéndose a todos sospechoso, tuvo que andar de una parte a otra, siendo por sus exacciones molesto a los aliados y despreciado de sus enemigos. Irritado con esto el pueblo por los mismos oradores, se mostró disgustado, y mudó de propósito en cuanto a socorrer a los Bizantinos; pero tomando la palabra Foción, les dijo que no debían incomodarse con los aliados que mostraban desconfianza, sino con los generales que a esto les daban motivo: “Porque éstos son- añadió- los que os hacen odiosos a los mismos que sin vosotros no pueden salvarse”. Movido el pueblo con este discurso, y reformando su última determinación, decretó que el mismo Foción marchase con nuevas fuerzas al Helesponto en socorro de los aliados, lo que fue de la mayor importancia para que Bizancio se salvase. Era ya grande, en efecto, la fama de Foción, y como a esto se agregase el que León, varón entre los Bizantinos el primero en opinión de virtud, y que con Foción había trabado amistad en la Academia, empeñó por él su palabra con la ciudad, no consintieron que acampase fuera, como quería, sino que, abriéndole las puertas, recibieron e hicieron unos mismos consigo a los Atenienses; los cuales no sólo no dieron ocasión de queja con su conducta, siendo moderados y sobrios, sino que en los combates mostraron mayor ardor y denuedo, por la misma confianza que de ellos se había hecho. De este modo Filipo, que pasaba por invencible y por hombre a quien nadie podía resistir, abandonó por entonces el Helesponto, con mengua y menosprecio, y Foción le tomó algunas naves, recobró las ciudades que había fortificado, y habiendo hecho desembarcos en diferentes puntos del país, lo taló y destruyó, hasta que, herido por los que vinieron en auxilio de los habitantes, regresó con su armada.

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