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Muerta de allí a poco la ramera Pitonlea, de quien había estado enamorado Hárpalo, teniendo de ella una hija, quiso erigirle a toda costa un monumento, y dio a Caricles este encargo, que, sobre no ser en sí muy decoroso, todavía cedió en mayor vergüenza suya cuando dio acabado el sepulcro: porque se conserva todavía en el Hermeo, por donde vamos de la ciudad a Eleusis, y no tiene ningún primor que corresponda a los treinta talentos que se dice haber cargado Carieles a Hárpalo en la cuenta. Murió éste también de allí a poco, y la niña fue recogida por Caricles y Foción, y educada con esmero. Púsose luego a Caricles en juicio por estas cosas de Hárpalo, y habiendo rogado a Foción que le prestara su asistencia y le defendiera en el tribunal, se negó a ello, diciendo: “Yo, oh Caricles, te hice mi yerno solamente para lo que fuera justo”. Habiendo dado Asclepíades, hijo de Hiparco, a los Atenienses la primera noticia de haber muerto Alejandro, dijo Demades que no se hiciera caso, porque a ser así, debía estar ya oliendo a muerto toda la tierra; y Foción viendo al pueblo engreído e inflamado para pensar en novedades, trató de distraerle y entretenerle; pero como muchos corriesen a la tribuna, y gritasen ser cierta la noticia de Asclepíades, y que Alejandro había fallecido, “Pues si hoy es muerto- les dijo- ¿no lo será también mañana y pasado mañana y podremos, por tanto, deliberar con mayor sosiego y seguridad?”

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