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Mas murió Leóstenes, y los que temían que si Foción era enviado por general hiciese la paz, prepararon que en la junta tomara la palabra un hombre poco conocido, y dijese que, siendo amigo de Foción, y habiendo sido su condiscípulo, los exhortaba a que no lo expusieran y antes lo conservaran, pues que no tenían otro semejante, y enviaran a Antífilo al ejército; y como abrazasen los Atenienses este dictamen, saliendo al frente Foción, expresó que no había ido a la escuela con semejante hombre, ni por ningún otro motivo era su amigo o su deudo; “pero desde el día, de hoyle dijo al mismo- te hago mi amigo y mi familiar, porque has aconsejado lo que a mí me conviene”. Mas resolviendo los Atenienses marchar contra los Beocios, al principio se opuso, y haciéndole presente los amigos que le matarían si repugnaba a los Atenienses, “Injustamente- respondió-, si propongo lo que es útil; mas si me aparto de ello, con justicia”. Viendo que no cedían, sino que levantaban grande gritería, mandó anunciar a voz de pregón que los Atenienses que desde la pubertad estuviesen dentro de los sesenta años, tomasen provisión para cinco días y le siguiesen desde la misma junta. Movióse con esto grandísimo alboroto, y como los más ancianos empezasen a clamar y salirse, “No hay que incomodarse- dijo-; yo, el general, que cuento ya ochenta años, me estaré con vosotros”; y con esto les apaciguó e hizo mudar de propósito por entonces.

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