Nombrado Catón sacerdote de Apolo, mudó ya de casa; y habiendo tomado la parte que le cupo de los bienes paternales, que ascendían a ciento veinte talentos aún redujo los gastos en lo relativo a su persona. Trabó entonces amistad e íntima unión con Antípatro de Tiro, filósofo estoico, y a su lado se dedicó con especialidad a los principios y dogmas de la ética y la política, ejercitándose como inspiración para toda virtud; aunque sobre todas se inclinaba más a la justicia rígida y severa que nunca declinase a la condescendencia ni al favor. Ejercitaba la elocuencia como un instrumento para hablar a la muchedumbre, por creer que, así como en una ciudad grande hay provisiones de guerra, convenía también tener hechos preparativos en la filosofía política; pero estos preparativos no los hacía en presencia de otros, ni lo oyó nunca nadie perorar; y a uno de sus amigos que le dijo: “Se habla, oh Catón, y se murmura de tu silencio” “Muy bien- le respondió-, como no se murmure de mi conducta, pues yo empezaré a hablar cuando no haya de decir nada que fuera mejor no haberlo dicho”.