En la Siria se dice haberle ocurrido una cosa graciosa porque al acercarse a Antioquía vio a la parte de afuera de la puerta un número grande de hombres que estaban puestos en fila a uno y otro lado del camino, y, separados de ellos, aquí los jóvenes con mantos de púrpura, y allí los muchachos primorosamente vestidos. Algunos tenían ropas blancas y coronas, por ser o sacerdotes de los dioses o magistrados. Lo primero que le ocurrió a Catón fue que la ciudad le hacía el obsequio y honor aquel recibimiento, por lo que se enfadó con los de su familia, que iban delante, a causa de no haberlo impedido, y mandando a los amigos que le acompañaban que bajasen, continuaba caminando a pie con ellos. Cuando ya estuvieron cerca, el director de aquel aparato y ordenador de aquella muchedumbre, hombre ya anciano y que llevaba un bastón en la mano y corona en la cabeza, adelantándose a los demás y saliendo al encuentro a Catón, sin saludarle siquiera, le preguntó dónde habían dejado a Demetrio y cuándo llegaría. Este Demetrio había sido esclavo de Pompeyo, y entonces era obsequiado fuera de medida, puede decirse que por todos cuantos tenían relaciones y negocios con Pompeyo, a causa de que tenía mucho valimiento con él. Causóles este incidente tal risa a los amigos de Catón, que no podían contenerse aun mientras iban por medio de aquella muchedumbre; pero el mismo Catón, corrido por el pronto, sólo exclamó: “¡Miserable ciudad!” sin haber pronunciado otra palabra, aunque después solía reírse recordando y refiriendo este caso.