48

Nombrado cónsul de este modo Pompeyo, rogó a Catón que pasara a verle a los arrabales; y habiéndolo éste ejecutado así, le recibió con el mayor agasajo, alargándole la diestra y abrazándole. Mostrósele después agradecido, y le pidió que fuera su consejero y asesor en el desempeño del cargo; pero Catón le respondió que ni lo pasado lo había dicho por agraviarlo ni lo presente por hacerle obsequio, sino todo en bien y servicio de la república, y que, en particular, le daría consejo cuando lo llamase, pero en público no aguardaría a ser llamado o rogado, sino que francamente diría lo que entendiese; y lo cumplió como lo dijo. Porque, en primer lugar, estableciendo Pompeyo nuevas multas y graves penas contra los que habían sobornado al pueblo, le advirtió que no debía volverse sobre lo pasado, sino precaverse lo futuro, pues por una parte no sería fácil fijar el término donde había de pararse la averiguación de los anteriores yerros, y, por otra, si se imponían nuevas penas a los crímenes pasados, sería cosa muy dura que los reos fuesen castigados según una ley que no habían traspasado o violado. Ocurrió, en segundo lugar, que habiendo de ser juzgados muchos varones ilustres, algunos de ellos amigos o deudos de Pompeyo, como viese a éste que en muchas cosas cedía y se doblaba, le reprendió y corrigió con vehemencia. Mas prohibió el mismo Pompeyo, por una ley, los elogios que por costumbre se hacían de los procesados; y habiendo escrito Planco el elogio de Munacio, él mismo lo dio para leerlo durante el juicio; y Catón, poniéndose las manos en los oídos, porque se hallaba de juez, se opuso a que se leyera. Planco lo rehusó y excluyó del número, de sus jueces después de pronunciados los informes; mas sin embargo fue condenado. En general, para los reos era Catón un objeto de gran duda y perplejidad, porque ni querían tenerle por juez ni se atrevían a recusarlo: pues no pocos fueron condenados porque se creyó que el huir de Catón nacía de que no confiaban en su propia justicia, y a algunos les echaban en cara sus enemigos, como un gran baldón, el no haber querido tener por juez a Catón cuando le había tocado.

Share on Twitter Share on Facebook