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Cuando para perseguir a César después de esta acción movió Pompeyo hacia la Tesalia, dejó en Dirraquio gran cantidad de armas, de efectos y de personas próximas o allegadas, y constituyó por caudillo y guarda, de todo a Catón, no dándole, sin embargo, más que quince cohortes de soldados, por la desconfianza y miedo con que le miraba, pues sabía que si él era vencido ninguno le sería más fiel, mas si vencía, no le permitiría sacar de la victoria el partido que deseaba, como hemos dicho. Otros muchos varones principales se habían retirado también a Dirraquio con Catón; y cuando sucedió la terrible derrota de Farsalia, ésta fue la resolución que le parecía debía tomar: si Pompeyo era muerto, transportar a Italia los que tenía a su cuidado, y él retirarse a vivir en destierro, lo más lejos que pudiera de la tiranía; y si Pompeyo era salvo, guardar para él aquellas fuerzas. Pasando con esta intención a Corcira, donde estaba la armada, cedió el mando a Cicerón, que había gozado de la autoridad consular, no habiendo él sido más que pretor; pero como Cicerón no lo admitiese y se diese la vela para Italia, viendo a Pompeyo el Menor decidido a castigar con un arrojo y una osadía muy fuera de sazón a los que los abandonaban, y que el primero en quien iba a poner las manos era Cicerón, lo amonestó en secreto, y logró templarle, con lo que a Cicerón seguramente lo libertó de la muerte y a los demás les proporcionó seguridad.

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