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Nada respondieron a esto Apolónides y Demetrio, sino que se salieron llorando. Vino en esto un mozuelo trayéndole la espada, y tomándola en la mano la desenvainó y reconoció; y al ver que conservaba la punta y el filo, diciendo “Ahora soy mío”, puso a un lado la espada y volvió a leer el libro, diciéndose que lo pasó todo dos veces. Después se recogió y durmió un sueño tan profundo, que se le oía de la parte de afuera. Y como a la media noche, llamó a sus libertos Cleantes, que era médico, y Butas, de quien principalmente se valía para los encargos relativos al gobierno. Envióle, pues, al mar para que informándose de si todos se habían embarcado, volviera a decírselo, y al médico le alargó la mano, que estaba manchada del golpe que había dado al esclavo, para que se la vendara, cosa que hizo muy a gusto de todos, porque parecía indicio de querer vivir. A poco volvió Butas anunciando que todos los demás se habían dado a la vela, y sólo Craso se había quedado, por cierta ocupación, nada más que en cuanto no estar embarcado, y que era grande la tormenta y viento que agitaba el mar. Suspiró Catón al oírlo, por compasión de los que se hallaban embarcados y otra vez mandó a Butas a la ribera para que, si algo no había dado la vuelta por faltarle alguna cosa, le trajese el aviso. Cantaban ya los gallos, y se recogió otro poco para dormir; pero volviendo Butas, y diciéndole que había la mayor quietud en el puerto, le mandó que cerrara la puerta, y se puso en el lecho como para descansar lo que restaba de la noche; mas luego que salió Butas, desenvainando la espada, se la pasó por debajo del pecho, y no habiendo tenido la mano bastante fuerza por la hinchazón, no pereció al golpe, sino que cayó de la cama medio moribundo e hizo ruido, por haber derribado una caja de instrumentos geométricos que estaba inmediata, con lo cual, habiéndolo sentido los esclavos, empezaron a gritar, y acudieron inmediatamente el hijo y los amigos. Viéndole bañado en sangre y que tenía fuera las entrañas, todos se conmovieron terriblemente, y el médico, que también había entrado, como las entrañas estuviesen ilesas, procuró reducirlas y cerrar la herida; pero luego que Catón volvió del desmayo y recobró el sentido, apartó de sí al médico, se rasgó otra vez la herida con las manos, y despedazándose las entrañas, falleció.

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