César, cuando supo por los que llegaban de Utica que Catón se mantenía allí sin pensar en huir, y que despachando a los demás él y su hijo y sus amigos atendían a todo sin mostrar recelo, no sabía qué pensar de aquella conducta; y como hiciese de él la mayor cuenta, siguió con el ejército apresurando la marcha; pero luego que oyó su muerte, se dice que exclamó: “¡Oh Catón, te envidio la gloria de tu muerte, ya que tú no me has querido dejar la de salvarte!” Porque, en realidad, el que Catón, habiendo esperado, hubiera debido la vida a César, más que en desdoro de su nombre, había de ceder en honor y gloria de éste. Lo que habría sido no se sabe, aunque las conjeturas están en favor de César.