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Demóstenes, el padre de este otro Demóstenes, era uno de los buenos y honrados ciudadanos, según dice Teopompo. Llamábanle por sobrenombre el Espadero, a causa de tener un gran obrador y muchos esclavos inteligentes que trabajaban en este oficio. Lo que el orador Esquines dijo acerca de su madre, dándola por hija de un tal Filón, que por causa de traición había huido de la ciudad, y de una mujer peregrina y bárbara, no podemos decir si fue cierto, o si lo fingió e inventó para desacreditarle. Muerto el padre, quedó Demóstenes, a la edad de siete años, con un buen patrimonio, pues montaría el valor de toda su hacienda a poco menos de quince talentos; pero sus tutores le perjudicaron notablemente, apropiándose unas cosas y descuidando otras, en términos de no haber con qué pagar el salario a sus maestros. Por esta causa parece que careció de instrucción en aquellas disciplinas que convienen a un joven libre, y también por su delicadeza y mala constitución física; por lo cual, ni la madre le aplicaba al trabajo, ni le precisaban a él sus preceptores, habiendo sido desde el principio flaco y enfermizo; de aquí dicen que le vino también el injurioso apodo de Bátalo, que le impusieron los muchachos burlándose de su persona. Era Bátalo, según dicen unos, un flautista desacreditado por afeminación, contra el que hizo con este motivo una especie de entremés el cómico Antífanes; pero otros hacen memoria de un poeta Bátalo, que escribió canciones lúbricas y báquicas. Parece también que en aquella época se daba en Atenas el nombre de Bátalo a una de las partes inhonestas del cuerpo, que no es decente nombrar. El apodo de Argas, pues se dice haber sido también éste uno de sus sobrenombres, parece que se le puso o por sus costumbres ásperas y desabridas, porque algunos poetas llaman Argas a la culebra, o por su modo de decir, que ofendía a los oídos, porque Argas era también el nombre de un poeta, autor de malos y desagradables versos. Mas de estas cosas dése aquí punto, como dice Platón.

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