En cuanto a Demades, todos convienen en que, entregado a su genio, era invencible y que, hablando, de pronto confundía todo el cuidado y prevenciones de Demóstenes; y Aristón de Quío refiere el juicio de Teofrasto acerca de los oradores; porque preguntado qué le parecía Demóstenes, respondió: “Digno de la ciudad”. “¿Y qué tal Demades?” “Por encima de la ciudad”. El mismo filósofo refiere que Polieucto de Esfecia, uno de los que por entonces tenían parte en el gobierno de Atenas, le había manifestado que Demóstenes era perfectísimo orador, pero que la elocuencia de Foción tenía más nervio, porque en pocas palabras encerraba gran sentido; del mismo Demóstenes se cuenta que cuantas veces se levantaba Foción para contradecirle, vuelto a sus amigos solía decir: “Ya está ahí el hacha de mis discursos”. Esto no se sabe si Demóstenes lo aplicaba a la elocuencia de aquel hombre ilustre o a su conducta y opinión, por estar persuadido de que una sola palabra, una seña de un hombre de probidad, tiene más fuerza que muchas y muy prolijas frases.