Para remediar los defectos corporales, empleó estos medios, según refiere Demetrio de Falero, que dice haber alcanzado oír a Demóstenes, cuando ya era anciano, que la torpeza y balbucencia de la lengua la venció y corrigió llevando guijas en la boca y pronunciando períodos al mismo tiempo; que en el campo ejercitaba la voz corriendo y subiendo a sitios elevados, hablando y pronunciando al mismo tiempo algún trozo de prosa o algunos versos con aliento cansado y, finalmente, que tenía en casa un grande espejo y que, puesto enfrente, recitaba, viéndose en él, sus discursos. Cuéntase que se le presentó un ciudadano pidiéndole su patrocinio y refiriéndole que le habían dado de golpes, y Demóstenes le replicó: “Me parece que no hay tal cosa, que no has sufrido nada de lo que dices”; y que levantando aquel la voz, y diciendo a gritos: “¿Conque yo nada he sufrido, Demóstenes?”, le contestó entonces: “Sí; a fe mía, ahora oigo la voz de un hombre que ha sido agraviado y ofendido”. ¡De tanto influjo le parecía, para conciliarse crédito, el tono y el gesto del que hablaba! Su acción era muy agradable a la muchedumbre; pero los inteligentes, y entre ellos Demetrio de Falero, la tenían por afeminada y poco decorosa; y Hermipo dice que, preguntado Esión por los oradores antiguos y los de su tiempo, respondió que oyéndolos cualquiera admiraría en la decencia y entereza con que hablaban al pueblo, pero que las oraciones de Demóstenes leídas se aventajaban mucho en primor y en energía. Ciertamente que de las oraciones suyas que nos han quedado escritas no habrá quien niegue que tienen mucho de amargo y de picante; y en las ocurrencias repentinas solía también emplear el chiste; porque diciéndole una vez Demades: “¿A mí Demóstenes? Esto es la puerca a Atenea”, “Pues esa Atenea- le respondió- hace poco que en Coluto fue cogida en mal caso”. A un ladrón llamado, por sobrenombre Broncíneo, que quiso morderle por sus trabajos y veladas nocturnas, “Ya sé- le dijo- que te incomodo con tener luz de noche; y vosotros ¡oh Atenienses! no os admiréis de que haya hurtos cuando los ladrones son de bronce y las paredes de barro”. Mas acerca de estas cosas, aunque tenemos más que decir, dejémoslo en tal punto, porque es justo que examinemos ya, sobre sus hechos y sobre su conducta en el gobierno, cuál fue su carácter y cuáles sus costumbres.