No alcanzo, por tanto, a comprender cómo pudo decir Teopompo que era naturalmente inconstante y que ni en cuanto a los negocios ni en cuanto a las personas podía permanecer largo tiempo en un mismo propósito; porque antes parece que aquel partido y aquel empeño que desde el principio tomó y adoptó en el gobierno, aquel mismo conservó hasta el fin, no sólo sin hacer mudanza en él en toda su vida, sino aun exponiendo la vida por no mudar. Pues no fue como Demades, que para excusarse de su mudanza en punto a gobierno usó de la expresión de que para sí mismo bien había dicho muchas veces cosas contrarias, pero para la república nunca, o como Melanopo, que estando en oposición con Calístrato, ganado por éste muchas veces con dinero para que mudase, solía decir al pueblo: “Calístrato bien es mi enemigo, pero triunfe la utilidad de la República”; o como Nicodemo de Mesena, que al principio se puso de parte de Casandro, y trabajando después en favor de Demetrio, expresó que no decía cosas contrarias, puesto que siempre era conveniente ceder a los que más pueden. Mas de Demóstenes no podemos hablar de esta manera, sino que en el partido a que aplicó su voz o su acción, como si para el gobierno se le hubiera dado una clave fija, en aquel se mantuvo, guardando siempre en los negocios un solo tono; y el filósofo Panecio dice que, según están escritas las más de sus oraciones, para él lo honesto es a todo preferible por sí mismo: como la de la corona, la contra Aristócrates, la de las inmunidades y las filípicas, en todas las cuales no inclina a los ciudadanos a lo deleitable, o a lo fácil, o a lo útil, sino que muchas veces persuade que deben ponerse la seguridad y la salvación en segundo lugar después de lo honesto y de lo honroso; de manera que si en los asuntos que trató, al amor de la gloria y a la nobleza de los pensamientos hubiera unido el valor militar y de haber en todo obrado limpiamente, habría sido digno de que en el número de oradores se le colocara, no al lado de Merocles, Polieucto e Hiperides, sino más arriba con Cimón, Tucídides y Pericles.