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De los de su tiempo Foción, aunque no era del partido que se llevaba los aplausos, y antes parecía que macedonizaba, sin embargo, por su valor y su justificación no fue reputado inferior a Efialtes, a Aristides y a Cimón. Mas Demóstenes, no siendo de fiar en las armas, como dice Demetrio, ni bastante seguro en punto a recibir, pues aunque no se dejó cautivar con el oro de Filipo y de Macedonia, con el de Susa y Ecbátana se dejó domeñar y rendir, si pudo celebrar dignamente las virtudes de los hombres grandes que le precedieron, no le fue dado imitarlas; mas con todo a los oradores de su tiempo, si sacamos a Foción de esta cuenta, aun en la conducta les hizo ventaja. Parece que fue asimismo el que habló al pueblo con más libertad, resistiendo a sus deseos e increpando sus desaciertos, como de sus mismas oraciones se deduce; Teopompo refiere que encargándole un día los Atenienses una acusación, y alborotándose contra él porque no la admitía, se levantó y les dijo: “Por consejero, ¡oh Atenienses!, me tendréis, aunque no queráis; pero por calumniador no, aunque os empeñéis en ello”. No dejó de ser bien aristocrático lo que ejecutó con Antifón, que, habiendo sido absuelto por la junta pública, le echó mano y lo llevó ante el consejo del Areópago, y no dándosele nada de desagradar al pueblo, convenció a aquel de que había prometido a Filipo incendiar los arsenales; y el Areópago hizo que fuera condenado a muerte. Acusó igualmente a la sacerdotisa Teoris, entre otros crímenes, de que enseñaba a los esclavos los modos de engañar, y habiendo pedido la pena capital, se le impuso.

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