La idea de Demóstenes en el gobierno era bien manifiesta; pues que aun durante la paz nada dejaba por reprender de lo que ejecutaba el Macedonio, sino que a cada cosa alborotaba a los Atenienses, inflamándolos contra él. Por lo mismo era persona de quien se hablaba mucho en la corte de Filipo, y cuando fue a Macedonia de embajador, aunque en décimo lugar, si bien Filipo escuchó a todos, a su discurso respondió con particular cuidado: mas, sin embargo, en los demás honores y obsequios ya no se portó del mismo modo con Demóstenes, sino que agasajó con mayor esmero a Esquines y Filócrates, de resulta de lo cual, alabando esto a Filipo de elocuente en el decir, de gallardo en su presencia y también de buen bebedor, no pudo contenerse, e irritado les volvió las palabras al cuerpo, diciendo que lo primero era de un sofista, lo segundo de una mujer, lo tercero de una esponja, y que en todo ello nada había que fuera propio del elogio de un rey.