Luego que todo propendió a la guerra, por no poder Filipo tener reposo y por haber sido los Atenienses incitados de Demóstenes, lo primero que éste hizo fue moverlos a invadir la Eubea, esclavizada por los tiranos a Filipo, y pasando efectivamente a la isla en virtud de decreto que él escribió, arrojaron a los Macedonios. En segundo lugar, dio auxilio a los Bizantinos y Perintios, a quienes el Macedonio hacía la guerra, persuadiendo al pueblo a que, dejando a un lado la enemistad y el acordarse de las ofensas de unos y otros durante la guerra social, les enviara tropas; con las que se salvaron. Pasando después de embajador, habló a todos los griegos Y, fuera de unos pocos, los acaloró y levantó contra Filipo de manera que llegaron a juntarse quince mil infantes y dos mil caballos, además de la gente de las ciudades, y se recogió copiosamente caudal y sueldos para los estipendiarios. En esta ocasión dice Teofrasto haber pedido los aliados que se fijaran los tributos, y haber respondido el demagogo Cróbilo que la guerra no se mantiene con lo tasado. Puesta en expectación la Grecia para lo futuro, y formando Liga por naciones y ciudades los Eubeos, Aqueos, Corintios, Megarenses, Leucadios y Corcirenses, le quedó a Demóstenes el mayor empeño, que fue el de atraer a la alianza a los Tebanos, habitantes de un país confinante con el Ática, fuertes con tropas ejercitadas, y los más acreditados entonces por las armas entre todos los Griegos; no era fácil atraer a una mudanza a los Tebanos, ganados por Filipo con beneficios muy recientes durante la guerra de Focea, mayormente cuando las rencillas de las ciudades se encrespaban diariamente de una y otra parte con frecuentes encuentros a causa de la vecindad.