Mas un hado superior en aquella agitación de los negocios, y en el momento en que al parecer iba a llevar a su colmo la libertad de la Grecia, se opuso a todo lo hecho, y dio muchas señales de la futura adversidad. Entre ellas, la Pita reveló diferentes vaticinios, y se comenzaba a cantar un oráculo antiguo de las sibilas: ¡Oh si la fiera lid del Termodonte a manera de águila pudiese mirar de lejos puesto allá en las nubes! Llora el vencido, el vencedor perece. Dícese que el Termodonte es un riachuelo de Queronea, nuestra patria, que entra en el Cefiso; pero nosotros ahora no conocemos ningún arroyo que se llame de este modo, y sólo inferimos que el que se llama Hemón se decía entonces Termodonte, y es el que corre junto al templo de Heracles, donde tuvieron su campo los Griegos, conjeturando que después de la batalla, por haberse llenado el río de sangre y de cadáveres, mudó éste su nombre en el que ahora tiene, aunque Duris dice que no era el río que se llamaba Termodonte, sino que armando los soldados una tienda y cavando con este objeto, encontraron una estatua pequeña de mármol con unas letras en que se significaba ser de Termodonte, que tenía en el regazo una amazona herida; acerca de lo cual añade se cantaba otro oráculo que decía: Aguarda, ¡oh ave negra!, la batalla que ha de tener de Termodonte nombre, y allí de carne humana tendrás copia.