Después de esta derrota de los Griegos, volviéronse contra Demóstenes los oradores que no eran de su partido, le citaron a dar cuentas y le formaron causa; pero el pueblo, no sólo lo dio por libre de todo, sino que continuó honrándole y confiándole otra vez, por su celo, los negocios de gobierno; tanto, que habiéndose traído de Queronea los huesos y dádoseles sepultura, le encargó que pronunciara el elogio de los muertos no llevando con abatimiento ni apocadamente, lo sucedido, como lo escribe y celebra Teopompo, sino manifestando en el mismo hecho de honrar y apreciar tanto al consejero que no estaba pesaroso de sus dictámenes. Pronunció, pues, Demóstenes el discurso; pero en los decretos escribió, no su nombre, sino los de varios de sus amigos, no esperando buen agüero de su genio y de su fortuna hasta que otra vez cobró ánimo con la muerte de Filipo, que falleció no habiendo sobrevivido largo tiempo a la victoria de Queronea; esto parece que era lo que profetizaba el oráculo en el último de los versos: Llora el vencido, el vencedor perece.