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- A los que habían quedado en la ciudad de los corrompidos por Catilina los reunió y alentó Cornelio Léntulo, llamado por apodo Sura, hombre principal en linaje, pero disoluto y desarreglado y expelido antes del Senado por su mala conducta; entonces era otra vez pretor, como se acostumbra hacer con los que quieren recobrar la dignidad senatorial. Dícese que el apodo de Sura se le impuso con este motivo: en el tiempo de Sila era cuestor, y perdió y disipó crecidas sumas de los fondos públicos, y como irritado Sila le pidiese cuentas en el Senado, presentóse con altanería y desvergüenza y dijo que no estaba para dar cuentas; que lo que haría sería presentar la pierna, como lo ejecutan los muchachos cuando hacen faltas jugando a la pelota. De aquí le vino el llamarse Sura, porque los Romanos le dicen Sura a la pierna. Seguíasele otra vez una causa, y habiendo sobornado a alguno de los jueces, como saliese absuelto por solos los dos votos más, dijo que había sido perdido lo que había gastado en uno de los jueces, porque a él le habría bastado ser absuelto por uno más. Siendo él tal por su carácter, después de seducido por Catilina, acabaron de trastornarle con vanas esperanzas agoreros y embelecadores mentirosos, cantándole versos y oráculos forjados, como si fueran de las sibilas, en los que se decía estar dispuesto por los hados que hubiera en Roma tres Cornelios monarcas, habiéndose ya cumplido en dos el oráculo, en Cina y en Sila, y que ahora al tercer Cornelio que restaba venía su buen Genio, trayéndole la monarquía; por tanto, que debía apercibirse a recibirla y no malograr la ocasión con dilaciones como Catilina.

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