No era, por tanto, cosa de poca monta o que no hubiera de hacer ruido lo que meditaba Léntulo, pues que su resolución era acabar con todo el Senado y de los demás ciudadanos con cuantos pudiera, poniendo después fuego a la ciudad, sin reservar ninguna otra persona que los hijos de Pompeyo, de los que se apoderarían, teniéndolos y guardándolos bajo sus órdenes, como rehenes para transigir con Pompeyo, porque ya se hablaba mucho y con bastante fundamento de que volvía del ejército grande. Habíase señalado para la ejecución una de las noches de los Saturnales, y acopiando espadas, estopa y azufre, lo habían llevado todo a casa de Cetego, y allí lo tenían reservado. Estaban además prontos cien hombres, y partiendo en otros tantos distritos a Roma, a cada uno le habían asignado por suerte el suyo, para que, siendo muchos a dar fuego, en breve tiempo ardiera por todas partes la ciudad. Estaban otros encargados de tapar y obstruir las cañerías y de dar muerte a los aguadores. Mientras se formaban estos proyectos se hallaban en Roma dos embajadores de los Alóbroges, gente entonces muy castigada y que sufría muy mal el yugo. Pensando, pues, Cetego que éstos podrían serle muy útiles para alborotar y sublevar la Galia, los hicieron de la conjuración dándoles cartas para aquel Senado y para Catilina: las del Senado ofreciendo a aquel pueblo la libertad, y las de Catilina exhortándole a que diera libertad a los esclavos y viniera sobre Roma. Enviaron con ellos a Catilina un tal Tito de Cretona para que llevara las cartas. Unos hombres como éstos, inconsiderados, y que todas sus determinaciones las tomaban cargados de vino y a presencia de mujerzuelas, las habían con Cicerón, hombre sobrio, de gran juicio y que por la ciudad tenía muchos espías para observar lo que pasaba y venir a referírselo. Fuera de esto, como hablase reservadamente con muchos de los que parecían tener parte en la conjuración, y se fiase de ellos, tuvo conocimiento de las proposiciones hechas a aquellos extranjeros, y estando en acecho una noche, prendió al Crotoniata y ocupó las cartas, auxiliandole encubiertamente los Alóbroges.