Mientras Cicerón se hallaba combatido con estas dudas las mujeres en el sacrificio que hacían observaron un portento, porque el ara, cuando parecía que el fuego estaba ya apagado, de la ceniza y de algunas cortezas quemadas levantó mucha y muy clara llama; las demás se mostraron asustadas, pero las sagradas vírgenes dijeron a Terencia, mujer de Cicerón, que fuera cuanto antes en busca de su marido y le exhortara a poner por obra lo que tenía meditado en bien de la patria, pues la diosa había dado aquella gran luz en salud y gloria del mismo. Terencia, que por otra parte no era encogida ni cobarde por carácter, sino mujer ambiciosa, y que, como dice el mismo Cicerón, más bien tomaba parte en los cuidados políticos del marido que la daba a éste en los negocios domésticos, marchó al punto a darle parte de lo sucedido, y lo incitó contra los conspiradores, ejecutando lo mismo Quinto, su hermano, y de los amigos que tenía con motivo de su estudio en la filosofía, Publio Nigidio, de cuyo consejo se valía principalmente en los asuntos políticos de importancia. Tratándose, pues, al día siguiente en el Senado del castigo de los conjurados, Silano, que fue el primero a quien se preguntó su dictamen, dijo: “que traídos a la cárcel deberían sufrir la última pena” y todos seguidamente se adhirieron a él, hasta Gayo César, el que fue dictador después de estos sucesos. Era todavía joven y estaba dando los primeros pasos para su acrecentamiento, mas en su conducta pública y en sus esperanzas ya marchaba por aquella senda por la que convirtió el gobierno de la república en monarquía. Ninguna sospecha tenían contra él los demás, y aunque a Cicerón no le faltaban motivos para ella, no había dado asidero para que se le hiciera cargo, diciendo algunos que estando muy cerca de caer en la red se había escapado de ella; pero otros son de sentir que con conocimiento se desentendió Cicerón de la denuncia que contra él tenía por miedo de su poder y el de sus amigos, pues era cosa averiguada que más bien se llevaría César tras sí a los otros para salud que éstos a César para castigo.