Habiendo salido Clodio de aquel peligro elegido tribuno de la plebe, al punto la tomó con Cicerón, excitando y moviendo todos los negocios y todos los hombres contra él y procurando ganarse a la muchedumbre con leyes populares; y a uno y otro cónsul les decretó grandes provincias: a Pisón la Macedonia, y a Gabinio la Siria. A muchos de escasa fortuna los asoció a sus miras, y tenía siempre a su lado esclavos armados. De los tres que gozaban del mayor poder entonces en Roma, como Craso estuviese en oposición con Cicerón y le hiciese la guerra, Pompeyo quisiese estar bien con ambos y César hubiese de partir a la Galia con ejército, Cicerón se bajó a éste, sin embargo de que en vez de ser su amigo le era sospechoso desde los sucesos de Catilina, y le rogó que le llevase delegado a la provincia. Concedióselo César, y Clodio, viendo que Cicerón iba a ponerse fuera de su tribunado, fingió que estaba dispuesto a hacer amistades, y valiéndose de los medios de echar la culpa a Terencia de lo pasado, de hablar siempre de él, de saludarle con afabilidad, como pudiera hacerlo quien no lo aborreciera ni estuviera indispuesto con él, quejándose solamente con palabras benignas y amistosas; así logró quitarle enteramente el miedo, hasta el punto de desistir de su pretensión con César y volver al manejo de los negocios públicos; de lo que, resentido César, dio ánimo a Clodio y apartó a Pompeyo enteramente de Cicerón; y aun declaró con juramento ante el pueblo parecerle que no se había dado justa y legalmente la muerte a Léntulo y Cetego, no habiendo sido antes juzgados, pues éste era el cargo y ésta la acusación que a Cicerón se hacía. Constituido, pues, reo y perseguido como tal, mudó el vestido, y dejando crecer el cabello, rodaba por la ciudad implorando la clemencia del pueblo. Mas por doquiera se le aparecía en todas las calles Clodio, llevando consigo hombres desvergonzados y atrevidos, que insultando a Cicerón descaradamente por la situación y traje en que se veía, y tirándole en muchas ocasiones lodo y piedras, se empeñaban en interrumpir y estorbar sus súplicas.