Habiéndosele decretado el triunfo, dijo en el Senado que le sería muy dulce seguir a César en la pompa después de hechas las paces, y en particular daba consejos a César escribiéndole continuamente, e interponía ruegos con Pompeyo, procurando templar y apaciguar a uno y a otro. Mas cuando ya llegó el caso del rompimiento, y viniendo César contra Roma Pompeyo no lo aguardó, sino que abandonó la ciudad, y con él muchos y muy principales ciudadanos, no habiéndose decidido Cicerón a esta fuga, se creyó que abrazaba el partido de César. Y no tiene duda que estuvo batallando consigo y meditando mucho sobre a cuál de los dos se inclinaría; porque escribe en sus cartas: “¿A qué lado me volveré cuando Pompeyo tiene para la guerra el motivo más glorioso y honesto, pero César se ha de conducir mejor en esta terrible crisis y ha de saber hacer más por su salud y por la de sus amigos? De manera que sé de quién he de huir, mas no a quién me estará mejor el acogerme. Escribióle en esto Trebacio, uno de los amigos de César, diciéndole que, según el dictamen de éste, debía ser de su partido y entrar a la parte en sus esperanzas; pero que si por la vejez no quería correr peligro, podía retirarse a la Grecia, y allí esperar tranquilamente los sucesos, apartándose de ambos; y picado de que el mismo César no le hubiese escrito, respondió enfadado que no haría nada que no correspondiese a su anterior conducta pública. Esto es lo que se lee en sus cartas.