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Tolomeo traía consigo ciento cincuenta naves, y había dado orden a Menelao de que, pasando de Salamina con otras sesenta, acometiera en lo más recio del combate para cortar las de Demetrio por la espalda y desordenar su línea. Demetrio a estas sesenta sólo opuso diez, porque eran las que bastaban para impedirles la salida del puerto, siendo la boca muy estrecha, y él, habiendo ordenado el ejército, distribuyéndole por los promontorios que dominaban el mar, movió con ciento ochenta naves. Fue la acometida con tal violencia e ímpetu, que de poder a poder destrozó a Tolomeo, haciéndole huir con solas ocho naves, que fueron las que de toda la armada se salvaron, pues de las demás parte perecieron en el combate y setenta fueron tomadas con sus tripulaciones. De la muchedumbre de esclavos, amigos y mujeres, que navegaban en transportes, y de armas, caudales y máquinas, nada absolutamente dejó de caer en manos de Demetrio, sino que se apoderó de todo y lo condujo al campamento. Era entre las mujeres muy celebrada Lamia, tenida al principio en precio por su arte, pues parece que tañía la flauta con primor, y famosa después por sus ramerías. Estaba ya entonces en la declinación de su belleza; y habiendo enredado a Demetrio, mucho más joven que ella, de tal manera le atrajo y dominó con sus gracias, que de ella sola era amante, de las demás amado. Después del combate naval, ni Menelao hizo resistencia, sino que entregó a Demetrio la isla de Salamina, las naves y el ejército, compuesto de mil doscientos caballos y doce mil infantes.

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