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Enseguida la muchedumbre aclamó por reyes a Antígono y Demetrio; y a Antígono al punto le ciñeron sus amigos la diadema. A Demetrio se la envió el padre con una carta, en que le daba el dictado de rey. Los egipcios, luego que llegó allá esta voz, proclamaron también rey a Tolomeo, por que no pareciese que se tenían en menos a causa de la derrota. Así fue como lo ejecutado con Antígono y Demetrio excitó la emulación de todos los sucesores de Alejandro; Lisímaco empezó asimismo a usar de diadema, y Seleuco aun en sus audiencias a los griegos, pues ya antes las había dado con autoridad de rey a los bárbaros. Casandro, aunque todos de palabra y por escrito le llamaban rey, continuó escribiendo sus cartas como antes. No se crea que terminó esto en la añadidura de un dictado y la mudanza de traje, sino que influyó en los ánimos, y los llenó de orgullo y altanería para el trato y para toda su conducta, mudando, como los representantes de tragedia, juntamente con las ropas, el aire y continente del cuerpo, la voz y el modo de sentarse y saludar. Así es que desde este punto se hicieron más violentos en la administración de la justicia, dando de mano al disimulo hipócrita que los hacía un poco más benignos y afables para con los súbditos. ¡Tanto pudo una sola palabra de un adulador, y tal mudanza produjo puede decirse que en toda la tierra!

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