Reducida Atenas, asestó sus tiros contra Lacedemonia, y venciendo y rechazando en batalla al rey Arquidamo, que le salió al encuentro junto a Mantinea, invadió la Laconia. Hizo en otro encuentro quinientos cautivos y le mató doscientos a la vista de la misma ciudad de Esparta. Casi nada faltaba para hacerse dueño de ella, no habiendo sido nunca tomada hasta entonces; pero la Fortuna parece que no usó jamás con rey ninguno de tan grandes y súbitas mudanzas, ni con nadie fue tantas veces pequeña y grande, humilde de ensalzada, y poderosa otra vez de pobre y abatida; así se dice que el mismo Demetrio en una de las más notables entre estas vicisitudes, empleó, exclamando contra la Fortuna, este verso de Esquilo: Tú me alentaste, y tú quieres perderme. Porque entonces, yendo con tanta prosperidad sus negocios hacia el imperio y el poder, se le dio aviso primero de que Lisímaco le había tomado las ciudades del Asia; y enseguida de que Tolomeo se había apoderado de toda Chipre, a excepción de sola la ciudad de Salamina, y ésta la tenía sitiada, hallándose envueltos en el sitio sus hijos y su madre. Mas al mismo tiempo la Fortuna, que, como aquella mujer de los versos de Arquíloco, Engañosa y falaz, en la una mano agua llevaba, y en la otra fuego, habiéndole apartado con tan desagradables y terribles nuevas de Lacedemonia, le presentó otras esperanzas de nuevos y grandes sucesos con la ocasión siguiente.