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Talaba en tanto Pirro la Tesalia, hallándose ya en las Termópilas, por lo que, encargando a Antígono la prosecución del sitio, marchó contra aquel, que se retiró precipitadamente. Dejando, pues, en la Tesalia diez mil infantes y mil caballos, volvió sobre Tebas, haciendo traer la máquina llamada helépolis, de tanta mole y peso que era preciso conducirla muy poco a poco; así en dos meses apenas se hizo con ella el camino de dos estadios. Defendíanse esforzadamente los Beocios, y como Demetrio, por obstinación y empeño, pusiese muchas veces a los soldados en precisión de pelear y exponerse, viendo Antígono que eran muchos los que morían, y doliéndole de ello, “¿Por qué dejamos, padre mío- le dijo- que éstos perezcan sin necesidad?” A lo que irritado, “Y tú- le contestó- ¿por qué te incomodas de eso? ¿Acaso has de pagar su haber a los que mueren?” Mas con todo, queriendo no dar ocasión a que se dijera que sólo sus amigos no le dolían, sino correr la misma suerte que los que peleaban, en uno de estos encuentros una veloz saeta le atravesó el cuello. Estuvo bien malo de la herida; mas con todo, lejos de aflojar, tomó segunda vez a Tebas. Al entrar, su aspecto fue para inspirar el mayor terror y sobresalto, como si hubiera de cometer atrocidades; pero, contentándose con dar muerte a trece y desterrar a algunos, perdonó a los demás. Así sucedió que no haciendo diez años que Tebas había sido reedificada, dos veces fue tomada en este corto tiempo. Llegaba el de celebrar los Juegos Píticos, y Demetrio hizo una cosa enteramente nueva: porque teniendo los Etolios ocupadas las gargantas, celebró en Atenas los juegos y toda la festividad, dando por razón que allí correspondía fuese principalmente venerado un dios que era tenido por patricio y se decía ser el primer autor de aquel pueblo.

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