17

Era entonces Cicerón el de mayor poder y autoridad en la república, y como trabajase por inflamar todos los ánimos contra Antonio, alcanzó por fin del Se- nado que le declarara enemigo público, que a César se le enviaran las fasces y todas las insignias de pretor y que se diera a Pansa e Hircio el encargo de arrojar a Antonio de la Italia. Eran éstos a la sazón cónsules, y viniendo a las manos con Antonio junto a Módena, acompañándolos César y peleando a su lado bien, quedaron vencedores en aquel encuentro, pero murieron ambos. Tuvo que huir Antonio, y en aquella huida se vio en mil apuros, de los que el mayor fue el hambre; pero en la adversidad se hacía mejor de lo que era por naturaleza, y cuando padecía infortunios podía pasar por bueno. Común es a todos conocer el precio de la virtud cuando caen en cualquiera desgracia o aflicción; pero no es de todos el imitar lo que aprueban y huir de lo que vituperan, haciéndose fuertes contra la mala fortuna; y antes algunos ceden de sus buenos discursos, y por debilidad se dejan arrastrar de sus hábitos y costumbres; mas Antonio en esta ocasión fue un admirable ejemplo para sus soldados, pasando de tanto regalo y opulencia a beber sin melindres agua corrompida y a mantenerse de raíces y frutos silvestres; y aun, según se dice, comieron cortezas y se resolvieron a usar de carnes nunca antes gustadas al pasar los Alpes.

Share on Twitter Share on Facebook