Viendo con esto Antonio cómo debía conducirse, protegió con muchos ballesteros y honderos, no sólo la retaguardia, sino también uno y otro flanco, y caminando con su hueste en cuadro, dio orden a la caballería de que los acometiera y rechazara, y rechazados no les siguiera lejos el alcance; de manera que los Partos, habiendo experimentado en cuatro días seguidos que nada habían podido adelantar, ni habían causado más daño que el que habían recibido, empezaron a aflojar, y pensaban en retirarse, poniendo la estación por excusa; pero al quinto día Flavio Galo, buen militar, emprendedor y que se hallaba con mando, se llegó a Antonio y le pidió que le permitiera tomar mayor número de tiradores de retaguardia y algunos caballos de los del frente, como para hacer una cosa memorable, dióselos, y al cargar los enemigos los rechazó, no como antes, retirándose luego a incorporarse con la infantería, sino permaneciendo y trabando un combate, reñido. Viendo los comandantes de retaguardia que se había desunido, lo enviaron a llamar, pero él no hizo caso. Dícese que el cuestor Ticio, echando mano a las insignias, retrocedió, y reconvino con denuestos a Galo de que no hacía mas que perder a los mejores y más valientes soldados; pero éste le volvió las injurias, y mandando a su tropa que permaneciese, Ticio se retiró; mas Galo, arrojándose denodadamente sobre los enemigos que tenía al frente, no observó que le cercaban y envolvían muchos por la espalda. Herido, pues, y acosado por todas partes, envió a pedir auxilio; los capitanes que mandaban la infantería, de los cuales era uno Canidio, hombre de grande influjo y poder cerca de Antonio, cometieron, como lo puede juzgar cualquiera, un grandísimo yerro, pues cuando debían acometer con toda la hueste apiñada, enviando de auxilio partidas pequeñas, y vencidas aquellas, otras, no vieron que de aquella manera iban a poner en derrota y en fuga todo el ejército; y así habría sucedido, a no haber acudido el mismo Antonio desde el frente con la infantería, y haber mandado a la legión tercera que por entre los que huían penetrase contra los enemigos, con lo que los contuvo en su persecución.