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Entonces, caminando sobre nieves y en medio de un invierno de los más crudos, perdió otros ocho mil hombres en la marcha, y bajando hasta el mar con muy poca gente, en una fortaleza situada entre Berito y Sidón, y llamada Leucecome, determinó esperar a Cleopatra. Como tardase, eran grande su desazón e inquietud, y aunque recurrió a sus desórdenes de beber hasta la embriaguez, no fue de manera que aguantase y se estuviese sentado, sino que se levantaba en medio de los brindis e iba a mirar muchas veces, hasta que por fin arribó al puerto, trayendo mucho vestuario y cuantiosos fondos para los soldados, bien que algunos dicen que trajo efectivamente Cleopatra el vestuario, pero que el dinero repartido lo puso Antonio de su propio caudal, como si lo hubiera dado ésta.

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