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Pasada esta furia de diversiones, a toda aquella comparsa de artífices de Baco les señaló para su residencia la ciudad de Priena, y se encaminó a Atenas, donde volvió otra vez a los regocijos y teatros. Cleopatra, envidiosa de los honores dispensados a Octavia, porque esta se había hecho mucho lugar en Atenas, procuró ganar a aquel pueblo con toda especie de obsequios, y los Atenienses, habiéndole decretado los honores que apetecía, diputaron embajadores que le llevaran los decretos, siendo uno de ellos Antonio, como ciudadano de Atenas; y puesto ante ella, le dirigió un discurso en nombre de la ciudad. Envió a Roma encargados para echar a Octavia de su casa, de la que dicen salió, llevando en su compañía a todos los hijos de Antonio, a excepción del mayor tenido en Fulvia, que se hallaba con el padre; salió llorando y lamentándose de que pareciese que era ella una de las causas de aquella guerra. Compadecíanla los Romanos; pero aún compadecían más a Antonio, sobre todo los que habían visto a Cleopatra, que ni en edad ni en belleza se aventajaba a Octavia.

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