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Se cree que la mayor parte de estas inculpaciones habían sido inventadas por Calvisio. Los amigos de Antonio andaban por Roma haciendo ruegos al pueblo, y enviaron a uno de ellos, que era Geminio, con el encargo de que hiciera presente a Antonio no se descuidase y diera lugar a que se le despojara del mando y se le declarara enemigo público de los Romanos. Pasó Geminio a la Grecia, y desde luego se hizo sospechoso a Cleopatra de que iba ganado por Octavia. Era, por tanto, continuamente escarnecido durante la cena y colocado en los puestos de menos honor; pero él aguantaba, esperando la ocasión de poder hablar a Antonio, hasta que, precisado en la misma cena para que dijese cuál era el objeto de su viaje, respondió que lo demás que tenía que decir pedía estar cuerdo; pero que, cuerdo o bebido, lo que sabía era que sería muy conveniente que Cleopatra se marchase a Egipto. Enfadóse Antonio al oírlo; pero Cleopatra lo que dijo fue: “Ha hecho muy bien Geminio en confesar la verdad sin que le dieran tormento.” Geminio, pues, huyó de allí a pocos días y regresó a Roma. A otros muchos de los amigos de Antonio echaron de allí los aduladores de Cleopatra, por no poder aguantar sus insultos y provocaciones, siendo de este número Marco Silano y Delio el Historiador. De éste se dice que temió además las asechanzas de Cleopatra, dándole aviso Glauco el médico; y es que había picado a Cleopatra, diciéndole en la cena que a ellos se les daba a beber vinagre, mientras Sarmento bebía en Roma vino Falerno. Este Sarmento era un muchachito de los que servían al entretenimiento de César, a los cuales los Romanos les llamaban delicias.

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