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Esto en cuanto a Antonio. En Accio la armada resistió a César largo tiempo, y a pesar de haber padecido mucho, a causa de una fuerte marejada que le hería por la proa, no desistió hasta la hora décima. Los muertos no pasaron de cinco mil; pero fueron tomadas trescientas naves, según lo notó el mismo César en sus Comentarios. Pocos eran los que sabían haber huido Antonio; Y los que oían la noticia, disputaban al principio con los que la daban, haciéndoseles increíble que se hubiera marchado dejando diecinueve legiones de tropas no vencidas y doce mil caballos, como si antes no hubiera experimentado muchas veces los reveses de fortuna y no estuviera ejercitado en las vicisitudes de mil combates y batallas. Los soldados conservaban con respecto a él deseo y esperanza, pareciéndoles que iba a llegar de un momento a otro, y dieron pruebas de tal fidelidad y virtud, que aun después de ser notoria su fuga, se le mantuvieron leales siete días, no haciendo cuenta de los mensajes de César, hasta que, por último, habiendo huido de noche el comandante Canidio y abandonado el campamento, viendo el desamparo en que todos los dejaban y la traición que les habían hecho sus jefes, abrazaron el partido del vencedor. Marchó enseguida César a Atenas y, reconciliándose con los Griegos, repartió los víveres sobrantes de la guerra con las ciudades que se hallaban en gran miseria, despojadas de sus haberes, de sus esclavos y de sus ganados. Refería mi bisabuelo Nicarco que todos los ciudadanos habían sido precisados a llevar sobre sus hombros la cantidad de trigo señalada hasta el mar de Anticira, haciéndoles andar aprisa, a latigazos; y que de esta manera habían hecho un viaje, y cuando ya estaba medido el trigo y todo dispuesto para hacer el segundo, llegó la noticia de haber sido vencido Antonio; con lo que se había salvado la ciudad, porque inmediatamente huyeron los comisionados y soldados de Antonio, y los ciudadanos se repartieron el trigo.

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