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Dilatóse, por tanto, entonces la guerra; pero luego que se pasó el invierno, César marchó por la Siria, y sus generales por el África; y tomada la ciudad de Pelusio, corrían voces de que Seleuco la había entregado, de acuerdo con Cleopatra; mas ésta puso en manos de Antonio la mujer y los hijos de Seleuco para que les diera muerte. Había hecho Cleopatra construir a continuación del templo de Isis sepulcros y monumentos magníficos en su belleza y elevación, y a ellos hizo llevar desde palacio las cosas de mayor valor: oro, plata, esmeraldas, perlas, ébano, marfil y cinamomo, y con todo esto gran porción de materias combustibles y estopas; con lo que, temeroso César de que aquella mujer, en un momento de desesperación, destruyera y quemara toda aquella riqueza, se esforzaba a darle continuamente lisonjeras esperanzas, según se iba acercando con el ejército a la ciudad. Cuando ya estuvo en las inmediaciones del circo, salió Antonio y peleó valerosamente, derrotando la caballería de César y persiguiéndola hasta el campamento. Engreído con la victoria, se dirigió a palacio y saludó amorosamente a Cleopatra, armado como estaba, presentándole el soldado que más se había distinguido. Dióle Cleopatra en premio una coraza y un morrión de oro, y habiéndolos recibido, en aquella misma noche se pasó a César.

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