A éste le quitó más adelante la vida, después de la muerte de Cleopatra. Eran muchos los reyes y generales que pedían el dar sepultura a Antonio; pero César no quiso privar a Cleopatra de su cadáver; así es que ella le sepultó regia y magníficamente por sus propias manos, habiéndosele permitido tomar al efecto cuanto quiso. Mas del pesar y de los dolores, pues de resultas de los golpes que se dio en el pecho se le inflamó éste y se le formaron llagas, se le levantó calentura; ocasión de que ella se valió con gusto para ir cercenando el sustento y acabar de este modo la vida. Tenía un médico de confianza, que era Olimpo, a quien manifestó la verdad y de quien se valía como consejero y auxiliador para su designio, como lo dijo el mismo Olimpo, habiendo publicado una historia de estos sucesos: pero tuvo de ello sospecha César, y le hizo amenazas y miedo con los hijos, con lo que como una batería la sujetó, y hubo de prestarse a que la curaran y alimentaran del modo conveniente.