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Hecho esto, luego que se publicó y divulgó entre todos, ocupó el llanto la casa del tirano a causa de las mujeres, y toda la ciudad de Siracusa se puso en movimiento esperando novedades y repentinas mudanzas del tumulto excitado contra Dion y la desconfianza de los demás para con el tirano; lo que, advertido por Dionisio, como también entrase en recelos, procuró consolar a los amigos de Dion y a las mujeres, queriendo hacerles entender que aquello no era destierro, sino una peregrinación para quitar el motivo de hacer quizá, impelido de la ira, alguna cosa peor contra la firmeza de aquel, estando presente. Puso dos naves a disposición de la familia de Dion, dándoles orden de que cargaran en ellas cuanto quisieran de su hacienda y sus esclavos y se lo llevaran al Peloponeso. Era grande la riqueza de Dion, y casi tiránicos su pompa y aparato para el servicio cotidiano; todo lo recogieron y condujeron sus amigos. Enviáronle además de esto otras muchas cosas las mujeres y otros de sus allegados y deudos, de manera que en caudales y riqueza hacía un papel muy brillante entre los Griegos, y en la opulencia del desterrado se echaba bien de ver el poder de la tiranía.

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