Después de las libaciones y de las solemnes plegarias se eclipsó la luna, lo que ninguna maravilla causó a Dion, que sabía calcular los períodos de los eclipses y cuándo la sombra llega a oscurecer la luna, interponiéndose la tierra entre ésta y el sol; pero siendo conveniente dar aliento a los soldados que se habían sobresaltado, púsose en medio de ellos el adivino Miltas, diciéndoles que tuvieran buen ánimo y formaran las mejores esperanzas, porque aquel portento lo que significaba era el oscurecimiento de cosas que entonces brillaban, y que no habiendo cosa más brillante que la tiranía de Dionisio, apagarían su esplendor en el momento que llegaran a la Sicilia. Esto fue lo que Miltas anunció en público a todos; pero en cuanto a las abejas que se vieron formar enjambre en la popa de una de las naves de Dion, dijo reservadamente a los amigos que esto le hacía temer no fuera que, siendo desde luego brillantes sus sucesos, al cabo de haber florecido por un breve tiempo, se marchitasen. Dícese asimismo que a Dionisio le fueron enviadas muchas señales prodigiosas de parte de los dioses; porque un águila arrebató la lanza de uno de los soldados estipendiarios, y levantándola y llevándola a grande altura, la dejó caer al abismo. El mar que bate en la ciudadela ofreció un día agua dulce y potable, cosa que se hizo notoria a todos habiéndola gustado. Naciéronle unos lechoncillos que tenían todos sus miembros cabales, faltándoles sólo las orejas. Revelaban los adivinos que esto era indicio de rebelión y desobediencia, significando que los ciudadanos no se someterían ya a su tiranía, que la dulzura del agua del mar indicaba para los Siracusanos la mudanza de sus negocios de mal en bien, y, finalmente, que el águila es ministro de Zeus, la lanza insignia de autoridad y poder, y con lo ocurrido denunciaba desaparecimiento y ruina a la tiranía el mayor de los dioses. Así nos lo dejó escrito Teopompo.