No supo, pues, Dionisio sino tarde y por otros medios la guerra de Sicilia. A Dion se le unieron en la marcha los Camarineos, y le acudían en gran número, excitados con su venida, los que habitaban en los campos de Siracusa. Los Leontinos y Campanos, que con Timócrates guardaban el fuerte de Epípolas, habiéndoles llegado una voz falsa esparcida por Dion de que ante todas cosas se dirigía a sus ciudades, se marcharon, abandonando a Timócrates para socorrer a los suyos. Luego que Dion, que se hallaba acampado en Macras, tuvo noticias de estos sucesos, movió cuando todavía era de noche sus soldados, y llegó al río Anapo, que no dista de la ciudad más que diez estadios. Deteniendo allí su marcha, sacrificó junto al río, y adoró al sol saliente. Predijéronle al mismo tiempo los adivinos la victoria de parte de los dioses, y como los que se le hallaban presentes viesen coronado a Dion durante el sacrificio, por un movimiento simultáneo se coronaron todos, no bajando de cinco mil los que se le habían agregado en el camino. Armados malamente con lo que pudo haberse a la mano, suplían con su buena voluntad la falta de armamento; de manera que al marchar Dion dieron a correr, excitándose y alentándose unos a otros con alegría y regocijo a la libertad.