En el tiempo en que ya se trataba este género de asechanza, tuvo Dion una visión grande y prodigiosa: hallándose una tarde solo sentado en la galería de su casa, pensando en sus cosas, de repente oyó un ruido, y volviendo la vista a uno de los corredores a tiempo que aun duraba la luz del día, vio a una mujer gigantesca, que en el traje y en el rostro en nada se diferenciaba de las Furias, estar con una escoba barriendo la casa. Pasmado, pues, y lleno de miedo, hizo llamar a sus amigos y les refirió la visión que se le había aparecido, rogándoles que se quedasen y estuviesen con él allí la noche, hallándose del todo sobrecogido y temeroso de que volviera a presentársele aquel espectro estando solo; no volvió, sin embargo, a suceder. Al cabo de pocos días su hijo, que apenas era mancebo, por cierto disgusto y enfado, nacido de pequeña y pueril causa, se tiró de cabeza desde lo alto del tejado, y se mató.