Padecida aquella gran derrota, Pompeyo se retiró por mar y, cercado el campamento, Bruto pudo anticiparse a salir por una puerta, dirigiéndose a un sitio pantanoso, inundado de agua y poblado de cañas, del que marchó aquella noche llegando sin tropiezo a Larisa: y habiendo escrito desde allí César celebró saber que se había salvado, y mandándole que fuese a su campo, no sólo le dio por quito de toda culpa, sino que le mantuvo a su lado honrándole como al que más. Nadie sabía decirle el camino que había tomado Pompeyo, con lo que César estaba en la mayor incertidumbre: pero marchando solo con Bruto procuró explorar su ánimo, y habiendo juzgado, por ciertas expresiones que Bruto había conjeturado acertadamente, acerca de la fuga de Pompeyo, abandonando toda otra ruta se dirigió al Egipto. A Pompeyo, pues, retirado a este reino, conforme Bruto lo había pensado, allí le alcanzó su hado: mas éste templó también la ira, de César respecto de Casio. Tomando por su cuenta defender en Nicea al rey Devótaro, quedó vencido por lo grave de los cargos: pero rogando y suplicando por él, le salvó gran parte de su reino. Refiérese que César la primera vez que oyó hablar en público a Bruto prorrumpió en esta expresión: “Este joven no sé qué es lo que quiere: pero todo lo que quiere lo quiere, con vehemencia”: y es que su misma entereza e inflexibilidad para no pedir nada por favor, sino obrando en virtud de raciocinio y de una premeditada resolución, cuando ya se determinaba, le hacía emplear medios seguros y efectivos. Para las peticiones injustas era inaccesible a la lisonja: y teniendo por indigno de un hombre grande el dejarse vencer de los que son desvergonzadamente inoportunos, a lo que algunos llaman vergüenza, solía decir que los que no saben negar nada le parecía que no podían haber hecho buen uso de la flor de su juventud. Al marchar César al África contra Catón y Escipión, encomendó a Bruto la Galia cisalpina, por buena dicha de esta provincia, porque tratando los encargados de otras a sus habitantes como cautivos, para éstos era Bruto descanso y consuelo aun de los males antes sufridos, de todo lo que hacía que el engrandecimiento fuese para César de tal manera, que cuando después de su vuelta recorría la Italia, le fueron un espectáculo muy agradable las ciudades sujetas a Bruto, y Bruto mismo, que había aumentado su gloria y le recibía también con reconocimiento.