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Respecto de Casio, ésta dicen que fue la principal causa para conjurar contra César; en lo que no tienen razón, porque desde el principio había en la masa de la sangre de Casio un odio y rencor ingénitos contra toda casta de tiranos, como lo manifestó siendo todavía niño yendo a la misma escuela con Fausto, el hijo de Sila, pues como éste le hablase con jactancia entre los demás muchachos, celebrando la monarquía de su padre, levantándose Casio, le dio de bofetadas. Querían los tutores y parientes de Fausto reclamar sobre este hecho y perseguirlo en justicia, pero se opuso Pompeyo, y haciendo comparecer a los dos niños, se informó de lo sucedido, y se refiere que allí mismo dijo Casio: “Mira, Fausto, atrévete a proferir aquí aquella expresión con que me irritaste, para que otra vez te vuelva a bañar los dientes en sangre”. ¡Éste era el temple de Casio! En cuanto a Bruto, eran muchas las expresiones de sus amigos, y muchos los dichos y escritos de los ciudadanos con que le provocaban y excitaban a la empresa. Porque en la estatua de su progenitor Bruto, el que destruyó la autoridad real, escribían: “¡Así existieras ahora, Bruto!” y “¡Ojalá vivieras, Bruto!”, y el tribunal del mismo Bruto, que era a la sazón pretor, se encontraba por las mañanas lleno de escritos que decían: “Bruto, ¿duermes? En verdad que tú no eres Bruto”, La causa de todo esto eran los aduladores de César, que inventaban en su obsequio honores propios para concitar envidia, y ponían por la noche diademas a sus estatuas con el fin de mover a la muchedumbre y apellidarle rey en lugar de dictador; y resultó lo contrario, como con la mayor puntualidad lo hemos escrito en la vida de César.

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